En el sistema en que vivimos, el mayor esfuerzo y trabajo que tienen que hacer los que mandan, es convencernos de que el dinero es útil y luego distraernos para ganar ese dinero. En un sistema socioeconómico cada vez más complicado, con más participantes y con menos ganas de trabajar, casi toda la distracción se basa en burocracia, azar y bufoneo.
Dentro de las distracciones capitalistas del azar, se han puesto muy de moda las criptomonedas, un producto como cualquier otro de pirámides económicas donde el último pierde. Si en los casinos casi siempre gana la banca, puesto que el algoritmo beneficia al casino, en las criptomonedas, podríamos hacer el símil del poker que los jugadores juegan entre ellos y solo ganan unos pocos a costa de los demás, las criptomonedas es lo mismo, se lanzan especulaciones de productos, muy interesantes las que sacan personajes públicos con grandes oscilaciones de amor odio como Donald TRUMP, y los ávidos jugadores se lanzan a comprar y vender en los momentos clave. El problema es que realmente es azar más direccionado como en el casino, puesto que nunca se sabe cual es el organismo y con qué criterios gestiona las compras y ventas para poder ir estipulando los precios del producto. Así pues invertir en criptomonedas es como apostar a la ruleta, después de haber analizado mil tiradas y tener una especie de estadística donde según tu criterio personal decides cuando es el momento de comprar o vender, puedes ganar o perder sin que la posibilidad exacta quede en tus manos, que también es una de las razones por las que la gente lo hace…
La verdad es que las distracciones de azar con dinero por el medio son divertidas, generan dopamina, pero si no razonas bien que lo que estás haciendo puede convertirse en una adicción, como todo lo que genera placer dopamínico. Así pues jugar al casino, invertir en criptos o lo que sea y disfrutar del placer gamblico es bueno siempre que no afecte a tu vida personal para mal. A jugar a jugar que tu corazón va a estallar y el mundo se va a acabar.


